Rebrillante, la noche que marche, más letano que hondo al umbral silente, al limbo profano que misterioso, cual estela de nebulosa intangible línea sedienta libre de mundo y zozobras; tus manecillas de reloj resbalarán por el cementerio viviente te vio nacer. Somos los vigías de las estrellas prevalentes, presente la sombra de la tierra que me baña de astro difunto que nunca estuvo, como tierra, piedra, y polvo de arenisca de mar, de guijarro rodero, de río comatoso, y una sangre que toda flor alza y encubre. Oh mudo imperio, en eje un crimen constante reincidente de flores y razones, todo a ellas desangra, como cuervo blanco alzara vuelo, oh padre cuan te quiero, no existe áurea balanza capaz, vida, vida intangible, de semejante belleza, que alzarte pueda. Será noche por el pintor creador pinta luciérnagas del techo la cueva nos cobija y guía con su estrella apagada que hace crecer las plantas y mareas abisales, lanceros guiemos el ascua a nunca apagar, somos las letras, el intelect
Si aquel difunto vive ahora, soy yo, ahora en vez primera por mis humores, en mi sangre y barro mis huesos, barro primigenio del Génesis, aquel libro me dictan de profecías y cuentos Milesianos, llagas que acaso mías siguieran encendidas, en mi recia carne y escrituras flamígeras, donde grita el caos del hombre y su simiente de árbol vorágine, despertaré a mio Cid, rey Rodrigo, o derrocaré dragones y molinos castellanos, oh Sancho, el drama llamarán felicidad, vivo en las memorias, en el silo revive tu idea, dentro mi cabeza un sorcería, la palabra de ustedes poetas yertos, ha borrado mi llanto, y esto es mi canción paraolímpica, mi llanto, mi poema de felicidad extasiada, oh buitre abismal, no devoras aún mi pulcra sombra de entraña granate, ni la de los poetas inocentes del yerto mundo, existen mitos sin comienzo ni final sepulto, en mi carne de mundo, fugaz y penitente, hada concluyó, o cumplió, y mi sangre lo florecerá, a la voluntad del viento, como todo ha sido y ha de ser, ver